Reflexion de la Semana

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sábado, 12 de marzo de 2011

¿Sabes Pedir?

Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Romanos 8:26.

¿Cuántas veces oraste, y tuviste la sensación de que Dios no te respondió? En cierta ocasión, el propio Señor Jesucristo enseñó que pedimos y no recibimos, porque pedimos mal.
Aunque pidamos con toda sinceridad, no sabemos hacerlo bien. Si supié­semos, con toda seguridad Dios respondería todas nuestras oraciones.
Tal vez, la razón de nuestras peticiones equivocadas sea nuestra propia hu­manidad, y el limitado concepto que tenemos del bien y del mal. El egoísmo, arraigado en nuestra naturaleza, nos lleva a pedir y pedir, teniendo como eje central nuestros deseos y orientados por intereses momentáneos y pasajeros.
Glaucia deseaba ser madre. Diez años después de casada, no concebía, y empezó a obsesionarse con la idea. Suplicaba a Dios, pedía a todos que orasen por ella, y se había endeudado, buscando dinero para pagar a los mejores es­pecialistas e intentar los métodos más sofisticados.
Quedó embarazada. Pasó casi los nueve meses sin moverse, y el niño nació. ¡Aquel fue un día de fiesta! Ella pensaba que Dios la había oído y atendido sus súplicas. Ya pasaron veinte años, y hoy Glaucia cree que insistir ante Dios fue la peor decisión de su vida.
-Si pudiese volver veinte años atrás, aceptaría la voluntad del Señor para mi vida -escribió en una carta dramática, en la que narraba la vía dolorosa que pasaba por causa del hijo rebelde.
¿Se equivocó Glaucia, al insistir con el Señor para que le diese un hijo? No lo sé; yo también soy un ser humano. Pero, el versículo de hoy dice que, aun­que nosotros no sepamos pedir, el Espíritu de Dios viene en nuestro auxilio, a fin de suplir nuestra debilidad.
La palabra "debilidad", en el original griego, es astenia, que literalmente significa "enfermedad". ¿Qué enfermedad? La enfermedad del pecado, que nos acompañará hasta el día de la venida de Cristo. Hasta ese día, a pesar de haber sido convertidos, continuaremos con la tendencia humana que nos lleva a in­sistir como un niño, con tal de conseguir lo que queremos.
Por eso, suplica hoy la dirección del Espíritu, con el fin de que te brin­de discernimiento y sabiduría en lo que tengas que pedir a Dios. "Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles".

Tiempo para todo

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Eclesiastés 3:1.

Jugaba al amor libre. "Mientras espero al hombre correcto, me divierto con los errados", decía. Y su carcajada, como cascada de aguas salvajes, se perdía entre las piedras de montañas sin fin. Jugaba su propio partido; como si la vida no tuviese reglas. Corría como una gacela, por los atractivos prados de una sociedad liberal. Nadaba en las aguas turbulentas de la nueva moralidad; descendía a las profundidades de aquel mar embravecido, atraída por los corales y los peces multiformes.
Un día quiso salir. Le faltaba oxígeno... Intentó regresar a la superficie, y se dio cuenta de que había ido demasiado lejos. Murió de Sida, a los 28 años.
¡Gabriela, Gabriela! Tu piel canela estaba demasiado blanca el día de tu entierro; tus ojos, anteriormente tan vivaces, no tenían ya luz. ¿Qué hiciste con tu vida? ¿Por qué no respetaste el tiempo? ¿Por qué jugaste con tu tiempo... y te fuiste antes de tiempo?
Hay dos pensamientos contenidos en el versículo de hoy. El primero es que existe un determinado tiempo para todo. La vida no es la sucesión accidental de hechos; no debe serlo. Me alimento cuando puedo; trabajo cuando se me antoja; duermo si sobra tiempo. ¡No! Es necesario establecer un programa de actividades, y seguirlo conscientemente.
El segundo pensamiento es que lo que hay que hacer hay que hacerlo a su debido tiempo: ni antes ni después. Invertir el orden puede ser fatal. Al ser humano, sin embargo, no le gustan las reglas; quiere hacerlo todo de acuer­do con las circunstancias y conforme a su voluntad.
¿Imaginaste un partido de fútbol en que cada jugador siguiese sus propias reglas? ¿Cómo terminaría? Creo que ni empezaría. Existe un juez que determina lo que se puede o no se puede hacer, y especifica el momento de hacerlo. El tiro libre no puede ser disparado sin la orden del juez; el gol no puede ocurrir después de que el juez hace sonar el silbato, indicando el final del partido.
Si en cosas tan simples, como el fútbol, existen reglas, ¿por qué no debería existirías en la vida?
Hoy es un nuevo día. Corre las cortinas de tu vida. Deja entrar el sol. Es tiempo de vivir, de evaluar; de corregir, si fuese necesario. Por eso, busca a Jesús, y permite que él guíe tus pasos a lo largo de este día, recordando que "todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora".

Que Dios te bendiga,

Marzo 12 2011
Cielo Estrella

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